Los 12 años es un momento adecuado para que puedan hacerlo, aunque la edad no es el único factor a tener en cuenta, no todos los niños tienen la misma madurez. Dejar a un menor sin adultos en casa implica transmitirle el mensaje de que es capaz de cuidarse solo. Tenemos que tener en cuenta que, por muy capaz que sea el niño, le hacemos responsable de algo que puede no corresponderle por su estadio evolutivo y edad. Un niño, por ejemplo, puede actuar con falta de sensatez porque le supera su curiosidad y necesidad de exploración, lo cual puede ser un riesgo. Los niños deben poder sentirse seguros y competentes para poder regular sus emociones ante la ausencia del adulto, como entretenerse o solicitar ayuda de otros, si fuera necesario. Hablar con los niños acerca de la expectativa que les genera esta situación con preguntas como: ¿Qué harías?, ¿Cómo crees que te sentirías si te quedas solo mientras bajo la basura? Las respuestas pueden orientar a los adultos sobre de las necesidades que el menor percibe y acerca de los apoyos que pueden ofrecerle. Entrenar las habilidades necesarias para garantizar su seguridad física y emocional con el fin de que pueda actuar en caso de emergencia, con pautas como a quién y cómo llamar al móvil de los padres o al teléfono de urgencias. Se puede crear una situación de simulacro para jugar llamando por teléfono desde otra habitación a los progenitores y ensayar distintas situaciones.
Ofrecer indicaciones claras de lo que pueden hacer y lo que no durante la ausencia de los adultos en casa, como: ver la televisión, abrir la puerta o evitar usar determinados electrodomésticos.
Informarle sobre la hora de salida y llegada a casa y del tiempo que estará solo, así como explicarle qué estará haciendo el adulto durante su ausencia, como, por ejemplo, recoger a su hermano en el colegio, para que tenga mayor sensación de seguridad. Despedirse con tranquilidad antes de salir de casa y recordar que puede llamar cuando lo necesite.
Comenzar el proceso de manera progresiva durante periodos cortos de tiempo, incluso desde los dos minutos, y hacerlo en momentos en que estén tranquilos y relajados, como cuando no tienen que hacer deberes. Saludar al niño al regreso a casa y preguntarle por su sensación durante el momento que ha permanecido solo. Si ha estado tranquilo y cómodo, se puede ampliar de forma gradual su tiempo sin supervisión adulta. En caso de que se haya sentido asustado y triste, conviene reducir los minutos en soledad y es buena idea que los padrea hagan una llamada a casa durante un período de tiempo, para que se sientan acompañados pero no vigilados.
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